Tu espalda inventada
Veo tu espalda sentado desde la otra mesa.
Dos lunares pequeños, insignificantes, me llevan a pensarte un planisferio. Un camino, tierras por descubrir.
Quién habrá osado perseguir esas huellas diminutas con sus dedos en cualquier madrugada? Quién?
Los músculos de tus omóplatos se tensan, como si intuyeras que te observó. Se equilibra cada vértebra, zigzagueante y vuelve a generar una curva en esa espalda por conquistar.
Te llueve el cabello y hace que la magia se expanda. Ahora cada poro sucumbió al aire fresco de ésta mañana que te y me rodea.
Una mano que elige y descubre un tatuaje en el instante preciso en que el pelo deja de cubrir tu nuca. Y allí estoy, en la otra mesa, imaginando que me permites verte, y así entre mensajes que decodificamos cada uno, pienso que sabes que existo más allá de tu libro de Joyce, y tu sigues pensando vaya uno a saber qué. Pero hay conexión. Hay una distancia que vibra. Hay un deseo que no entendemos.
Germán Hess ©
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